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Zapatillas en un precipicio de piedras q

Mundo

Me considero una viajera, porque aunque me encante la sensación de llegar y saber que estoy en casa, me siento afortunada cada vez que puedo coger camino y visitar lugares nuevos. Conocer la gente que allí vive, su cultura, el porqué de su forma de vivir. Creo que deberíamos sentirnos orgullosos del mundo en el que hemos tenido la suerte de nacer, con tanta riqueza en culturas, idiomas, gentes y pensamientos. Pero  en vez de eso, hemos preferido olvidarnos de los otros y llevar nuestro egoísmo al límite.

He oído muchos nombres para designar a las diferentes generaciones de personas que ahora mismo convivimos, pero yo me tomaría la libertad de englobarnos a todos en una, la generación del capricho.

En un mundo en el que para algunos comer todavía es un desafío, hemos decidido convertirlo en un arte en el que no todo vale y todos formamos parte. Un mundo en el que comer se ha convertido en un capricho, en el que si algo no es de 10 se tira y se pide otra cosa, en el que todos somos expertos críticos culinarios y anteponemos el postureo a la necesidad.

En un mundo considerado globalizado seguimos excluyendo y matando por capricho. Por que la interpretación de libros escritos hace miles de años nos lleva a odiar a los que no piensan como nosotros, a ser intolerantes, a marginar y en algunas situaciones hasta a matar.

En un mundo sin barreras, en el que escuchar a alguien decir que va viajar al otro punto del planeta no sorprende a nadie, se ha puesto de moda crear muros, independizar territorios, abandonar organizaciones que unen países... ¿Y todo porque ? Por capricho, por que el egoísmo de unos pocos se antepone al bienestar general.

Esto me duele admitirlo más que a nadie, porque los niños son la mayor riqueza que tenemos, son el futuro. Pero en un mundo superpoblado y con escasez de recursos se tienen niños por capricho, porque toca, porque se me va a pasar el arroz, porque mis amigos los tiene y yo también. La consecuencia son niños que pasan horas y horas frente a pantallas para que no molesten, sin contemplar las consecuencias que esto conlleva.

Y como no era suficiente hacernos daño entre nosotros, también nos dedicamos a abandonar animales cuando ya no son el peluche que compramos, y a quemar los bosques que nos dan recursos y lugar para vivir.

Creo que deberíamos dedicar todos (y me incluyo) un tiempo para pensar que es lo que estamos haciendo y si estamos dispuestos a admitir las consecuencias, porque NOSOTROS somos los únicos responsables.

Octubre 2017

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